miércoles, 14 de marzo de 2018

BOLSOS

Una vez más escribo sobre una minucia, pero creo que podría ser interesante para los posibles futuros costumbristas o etnólogos de dentro de algunos cientos de años, si es que la especialidad sigue existiendo y da la casualidad de que alguno encuentra este escrito. Mi optimismo en este terreno no tiene límites.

Voy a hablar, como advierto al principio, de algo sobre lo que pocos -creo- se detendrán a escribir: el orden en los bolsos de mujer. Supongo que alguna vez (o no) se estudiará que, así como hubo épocas en que se llevaba faltriquera, en otras en cambio las mujeres iban cargadas con bolsos del brazo o colgados al hombro  rellenos de cosas. ¿Describo qué cosas pueden ir en un bolso de mujer? Sí, voy a hacerlo porque creo que también esto variará mucho con el tiempo.  

 Podemos llevar una agenda. Esto ya casi nadie lo hace porque el móvil es capaz de albergar todo lo que aquella contenía. Un lápiz o bolígrafo resulta imprescindible. Las llaves de casa, las del coche, por supuesto. Algunas también las del trabajo. Un pañuelo, antes de tela, ahora  de papel, en paquetitos de diez unidades. Una barra de labios y quizá rimel y colorete. Para poder aplicarlos necesitas, obligatoriamente, un espejo. Las fumadoras, un paquete de tabaco y un mechero. Unos chicles u otras chucherías.  Un pequeño peine o alguna horquilla o goma para el pelo. También aquellas que las necesiten,  gafas (de sol, para cerca, lejos, lentillas).  No puede faltar el monedero, para monedas, claro, pero también para billetes, documentación y tarjetas de crédito, autobús, metro, supermercado, gasolinera... esto puede ser infinito. En invierno no pueden faltar unos guantes, un paraguas...

He comprobado lo difícil que es meter la mano en un bolso y encontrar, a la primera, lo que buscas. Por más cremalleras y departamentos que lleve el bolso en su interior, soy testigo de que esto pasa con frecuencia y no solo a mí.

Confieso que he terminado muchas veces vaciando el bolso en cualquier sitio para dar rápidamente con aquello que buscaba urgentemente. Recuerdo perfectamente la llamada (esperada con ansiedad) de mi hija anunciándome el nacimiento de mi segunda nieta. Llegábamos de cenar, adonde habíamos salido con amigos para entretener los nervios y, delante del portal, sonó el móvil. Imposible buscar pausadamente. Directamente vacié el bolso en el suelo para abalanzarme sobre el móvil y llevármelo a la oreja.

Pero ahora, por fin, soy ordenada. Sí, de hecho antes de empezar quería hablar solo del orden en mi bolsa de piscina. No es propiamente tal, pero tiene unos cuantos compartimentos y andaba por casa sin ninguna función, así que la he cogido. Quiero contarlo porque reconozco que es la primera vez que me pasa después de muchos intentos. Sólo ahora que peino canas he empezado con un poco de orden y ¡hay que ver lo útil que resulta! En el interior de la bolsa llevo las gafas de natación, el gorro, una toalla grande y otra pequeña. También dentro, en una bolsita independiente meto el champú y la ropa interior para vestirme directamente después de la ducha. El bañador lo llevo puesto. La bolsa tiene dos bolsillos laterales y desde el primer momento supe que debía poner siempre las mismas cosas en cada uno de ellos, para que no hubiera posibilidad de confusión. Tengo que decir que ¡lo he conseguido! En una llevo las llaves de casa, monedas sueltas para el parking, el candado de la taquilla y la llave del coche. En la otra, el móvil, la tarjeta de acceso y el tique del aparcamiento. Por primera vez en muchos años estoy alcanzando la perfección.