Ventana, pueblo, cuadro (mi) |
En mi pueblo, en la sierra del norte de la provincia de Córdoba, si voy en julio o agosto a tomar el aperitivo paso mucho calor, tanto que me planteo si ir en coche o a pie, a pesar de ser sólo unos cientos de metros. Ambas decisiones tienen sus pros y sus contras. En coche tardo menos, por tanto paso calor durante menos tiempo; o no, porque cuando voy a meterme dentro, necesito dejar pasar unos minutos. De todas formas, he de poner algo en el asiento para no quemarme. Igual pasa con el volante si no he sido previsora. No hay edificios altos ni arboleda, así que imposible buscar una sombra.
El último día que bajé, decidí ir andando. La ida es llevadera; a la una y media del mediodía aún no quema mucho el sol. El problema es la vuelta. Mis pronósticos sobre el horario previsto de regreso siempre son superados. Pensaba en una o dos rondas pero hay gente que piensa en las tuyas más las suyas. Además ahora, por fin, ya se puede tapear, con lo cual, acabo saliendo comida de los contados bares.
Era un día de los más tórridos del verano, 43º de máxima dijeron en las previsiones. A las tres y pico de la tarde salgo al bochorno de la calle. La luminosidad me ciega y una vaharada de aire quemante me invade en segundos. Aligero el paso camino de mi casa. Siempre que no tenga que desviarme mucho de la línea recta, procuro pasar debajo de las escasas sombras que producen los ralos arbolillos del camino.
Casi llegando, siento que ya el cuero cabelludo me hierve y toda la piel me arde.
Esa sensación de abrir la puerta de casa y que la temperatura baje de pronto 15º, adentrarme en ella y que siga bajando, es muy agradable. Me encierro en mi habitación interior en penumbras, me desnudo, me meto en la cama y noto las sábanas frías. Con el contraste, la impresión de frescor es tanta que la sensación es de una ligera brisa recorriéndome el cuerpo sofocado y ardiente. La habitación está cerrada a cal y canto pero noto el frescor de la suave corriente de aire por toda la piel; busco los centímetros de sábanas frías e intocadas que quedan. Un estremecimiento me recorre la epidermis, el vello se eriza.
Esa sensación es única.
Esa sensación es única.
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Nota para despistados: las construcciones antiguas no necesitan aire acondicionado.